martes, 17 de mayo de 2011

FIN DEL MUNDO

¿No sientes
qué alarmado está el mundo, su temblor?
Tiene miedo.
Sospecha de nosotros. Siente, sabe,
que hay dos seres que quieren
esta noche buscarse su salida,
que han decidido ya
romper el viejo hechizo que se llama
vivir en este mundo, romperle a él.
Nos espía. Sus luces
nos miran a los ojos, preguntando.
Aceleradamente aumenta
sus encantos la noche, moviliza
brisas tiernas, se cubren
las parameras con vergeles súbitos,
dibuja diestramente
arabescos celestes con luceros,
se prostituye de belleza fácil.
Abre caminos, pone en sus finales
embarcaderos alas, se disfraza
tanto y tanto, que seres menos fuertes,
menos seguros de su, gran poder
que nosotros, acaso
se dejaran llevar por las tramoyas
sutiles de esta hora
en que este mundo no parece él,
parece casi el que queremos.
Y su alma fría asume
sonrisa pasajera, sirte,
donde tantos han muerto de su engaño.
Pero nosotros,
tú y yo, esta noche
tenemos en las manos la explosiva
fuerza liberadora. Esa evidencia
que llaman realidad,
las vastas moles materiales
-casas-, y las òrdenes
rectilíneas-calles-,
donde los hombres andan y se duermen
creyéndose que así lo quieren,
que las han hecho ellos,
conforme a su deseo,
no nos retendrá más. Aunque alinee
conocidos ejércitos,
hogares, nombres de calles, números,
eléctricos luceros,
sabemos ya muy bien
que no hay otras moradas sino aquellas
que en la sangre encontramos, invisibles,
y que el solo camino
es ese que hay que abrirse
con el alma y las manos,
espadas de aire, frente a pechos de aire.
No cederemos, no. Ya perdonamos
las argucias del mundo muchos años.
¿Te acuerdas? Las llamábamos delicias,
baños en agua clara, color, juegos,
trajes o desnudez, dientes mordiendo,
y, a la noche,
la acostumbrada luz de luna:
y prendidos en ellas sonreíamos
como si fueran criaturas nuestras.
Ahora nos hemos dado la verdad.
Desesperadamente el mundo intenta
todavía esta noche resistirnos,
que vivamos, vivir, como ha vivido.

Pero
en nuestras manos impacientes tiembla
la gran liberaciòn, felicidad,
felicidad hallada allí en el seno
del mundo, donde él
oculta la tenía, temeroso
de su ansia nueva, que no quiere
esas formas cansadas de este mundo
y le rompe y se busca un orbe nuevo.
Ya la hemos encontrado:
terremoto, huracán, felicidad,
devastaciòn, arrolladora fuerza.
Ven a mis brazos, suelta
esa felicidad desmelenada.
Que cumpla su misiòn de fuego puro,
de destrucciòn del mundo, mientras tú
y yo nos abrazamos sin movernos,
si no es lo indispensable para ser
felices. Y mañana
al despertar, la vida
estará rasa, virgen,
rasa la luz, el gran silencio raso.
Con sòlo un monosílabo: «sí»,
temblar haremos
el tímpano del mundo, voz primera.
Ruinas de historia, nombres y columnas,
ecos del mar antiguo, quedarán
en nuestro día, igual que en las arenas
de la playa perviven
vestigios de un gran barco naufragado.
Sueños del orbe aquel que se creía
eternamente duradero
sin saber que dos seres que lo buscan
y pagan el hallazgo en la moneda,
tan fácil, de la vida, encuentran siempre
el otro mundo que éste nos rehusa.





"Fin del mundo" poema extraido de "Razon de amor" de Pedro Salinas

1 comentario:

Luis dijo...

Lo sientes?
yo no,
casi ni puedo escuchar el batir del amor,
casi ni me oigo respirar
tú lo sientes?
yo no

estoy dormido eternamente
en esta caja, aplazada,
luz de la divinidad
que lentamente se apaga

tú lo sientes?
yo no,
quizá mañana despierte
o seguramente no.